

EMILY YAMILE GRANADOS LARA
El resguardo en la penumbra
Eran casi las siete de la tarde cuando la llamada llegó. Emily la atendió como siempre, pero al otro lado no había una consulta común, sino un llanto entrecortado. Una mujer mayor, con la voz desgarrada, le contó que ella y su esposo, de ochenta y cinco años, habían sido asaltados al salir del cajero. El hombre había sido golpeado con brutalidad y ahora estaba en el hospital, entre la vida y la muerte.
—Por favor… cancele las tarjetas de mi esposo —suplicó la mujer, la respiración rota por el miedo.
El corazón de Emily se estremeció, pero sus manos se movieron con rapidez y precisión. Tecleó, verificó, bloqueó cada acceso. No podía sanar las heridas físicas ni borrar el recuerdo de esa noche, pero sí podía ofrecer un refugio contra otra amenaza: la pérdida de los recursos que tanto habían construido.
—Sus cuentas ya están seguras —le aseguró, con una calma que ella misma apenas sostenía.
Al otro lado, la voz de la clienta cambió; la angustia se suavizó, como si un peso invisible se hubiera desvanecido. “Gracias, hija… al menos ahora tengo una preocupación menos.”
Cuando la línea se cortó, Emily se quedó en silencio. El dolor de la mujer la había atravesado, recordándole que la vida es frágil y, a veces, cruel. Pero también comprendió algo: incluso en la oscuridad más profunda, un gesto de apoyo puede ser la chispa que encienda una pequeña llama de esperanza.